El Mercado Municipal número
1 de la ciudad de Hermosillo, tiene mucho más que ofrecer que la cuantiosa
diversidad de productos y servicios que se ven a simple vista. Pero, para
entender todas las características que lo envuelven y, que muchas veces pasan
desapercibidas al transeúnte cotidiano en la prisa del día, hay que darse su
tiempo y observarlas, por presencia propia.
Antes de conocer el
alma del mercado, conformada por todos los personajes que ahí residen día a día,
expresando su presencia con su trabajo, primero hay que conocer la estructura
en la que se materializa esta realidad del abasto. Recién remodelado (haciendo
valida la relatividad temporal), puede verse desde su exterior, al calor de las
calles que lo circundan, los resultados de la vistosa remodelación hecha por el
aniversario 100 de su creación. Las
puertas que lo aseguran en sus cuatro esquinas, de color negro y gran altura,
permanecen abiertas desde las primeras luces del despertar del alba, hasta el
ocaso del sol cuando acaban los labores.
Diversos son los
intereses que te pueden llevar ahí. El hambre es uno muy común, de gran consuelo
resulta el saber que variedad siempre hay. Así como puedes ir a disfrutar de
ricos platillos preparados, también puedes ir a conseguir los elementos para preparar
los tuyos. Desde diversas partes de la res o el cerdo, hasta el cachito de la
suerte puedes encontrar a lo largo y ancho de este monumento viviente.
Sabidas son las
delicias que ahí se disfrutan, entre ellas están: tacos de cabeza, de barbacoa,
de lengua, de chicharrón, de frijoles, entre otros más peculiares; el menudo
calientito así como el pozole y el cocido nunca faltan, las jugosas quesadillas,
los tradicionales tamales de carne y elote con su cafecito en la entrada
sureste, incluso malteadas frías te puedes encontrar (se recomienda el probar
las de fresa, esas nunca fallan es sabor y calidad, además de ayudar a combatir
la frescura que arrebata el sol hermosillense).
El ir a comprar la carne
molida, la panza, la lengua, el lomo tanto de res como de cerdo e incluso el pollo,
es una experiencia que no se debe evitar, ya seas tú quien cocine, o tal vez el
simple mandadero del hogar, esta experiencia es grata, puesto que una vez
cumplido el menester, el refresco del descanso nunca puede faltar.
Los colores en derredor
de los puestos ubicados en el centro del recinto, agradan a la vista. Las
lechugas en oferta, el aguacate a la alza, el tomate, zanahorias, cebollas y
cilantro son algunas de las frutas (recordando al tomate como tal) y verduras que adornan la visita de “marchante”.
Pero en un principio hable
de lo que ahí se encuentra y en ocasiones pasa desapercibido a simple vista.
Desde luego la vista es un gran medio para reconocerlo, pero la experiencia de
estar ahí verdaderamente, sin la necesidad de solo ir “a ver que mira uno”, así
como la apertura que puedas tener al contacto casual y cálido de las personas, es
la herramienta ideal para reconocerlo. Supongo que se sobrentiende que hablo
del contacto que se genera con las personas que ahí acuden, diariamente en
muchos casos.
Las historias,
situaciones y consejos que ahí puedes escuchar, disfrutando de una rica taza de
café con leche (con sus respectivas cucharadas de azúcar claro), son tan
diversas en contenido y sentimiento, que te crean la sensación del estar, del
estar ahí, convergiendo en ese punto tras haber ido y vendió por la ciudad, por
tu vida. Te crea esa sensación de la oportuna reflexión entre lo que has
pasado, de cómo y porque llegaste ahí, a ese asiento en el que hablas y escuchas,
en el que bien puedes oír comentarios del partido de la selección, que no llego
al mundial, de política, incluso de las anécdotas del señor de al lado que toma
su tercera taza de café en el día. A lo que voy, y espero llegar, es a hacer
notar las cualidades de este espacio de interacción humana, en el cual no solo
se comercian mercancías, en el cual no solo se prestan servicios, sino que también
se comercian historias y se prestan oídos,
Creo que cualquier
descripción de este mercado, quedaría corta ante la experiencia misma de
visitarlo y darse el tiempo para conocerlo. Es por eso que la invitación a
visitar este lugar es siempre hecha, no solo por quienes ahí trabajan y quienes
rondan en la espera de tu compañía, sino
por el mismo sentimiento de querer experimentar las situaciones que ahí encontrarás. Es por eso que yo personalmente,
te recomiendo vayas y hagas tu propia descripción del mercado.
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